Mikel y yo nos conocimos en un proyecto de improvisación de nuestros alumnos. La experiencia fue tan interesante que decidimos colaborar en el montaje de un espectáculo nuevo. Yo ya tenía muchas ideas en mente y cuando escuché algunas de sus composiciones recientes me di cuenta que encajaban a la perfección con el espíritu de lo que yo buscaba. El resto de los temas musicales han sido escritos expresamente para este montaje.

Es un lujo poder contar con músicos como Mikel Gaztelurrutia y su trío. Es una música muy compleja pero a la vez muy elocuente. Cada pieza me ha ido revelando sus secretos, sus cadencias, sugiriendo desenlaces dramáticos, llevándome por estructuras coreográficas muy nuevas para mí. El hecho de que la improvisación es una parte tan importante de esta música es todo un reto: por un lado el riesgo de apoyar la danza en una música que se toca diferente cada vez; por otro lado el intentar captar el brillo y espontaneidad de la música en movimiento coreografiado, lo cual parece una contradicción pero que a mí me resulta el colmo de la belleza en coreografía, y es donde yo siempre quiero llevar el movimiento; y, por último, el improvisar en varias ocasiones por parte de los bailarines, lo cual me parece muy importante, sobre todo en esta obra que trata sobre la búsqueda de la voz propia.

He querido tratar el tema de la adolescencia por dos motivos: primero porque me parece un momento tan potente, tan lleno de pasiones, de cambios, lo cual se presta mucho al desarrollo de un espectáculo vital y dinámico. Y segundo (pero no menos importante) quería dirigirme a los jóvenes directamente en su lenguaje, es decir visceral y no intelectualmente. La danza, sobre todo cuando está acompañada por música en directo, tiene el don de impactar directamente sin estar filtrada por el juicio. No pretendo escenificar ni mimetizar las vivencias de los adolescentes sino abstraer a partir de sus realidades sicológicas, que al fin y al cabo son como las de todos nosotros solo que a flor de piel. Me parece que hay pocas expresiones artísticas dirigidas a gente joven y que están con necesidad de inspiración, de verse reflejados en el escenario pero no en su cotidianidad sino desde ángulos que aún no se habían visto, de estar expuestos a experiencias estéticas complejas pero a la vez que les enganchan. Que salgan diferentes a como han entrado al teatro, que les impacte, que les llegue profundamente y, porque no, que les haga pensar.

Becky Siegel. Olaz, 25 de agosto de 2010

A un ritmo trepidante, el nuevo montaje de Tempomobile explora el momento de la adolescencia, indagando en sus conflictos, celebrando su energía: la búsqueda de la identidad; la necesidad de escapar; nuestra pelea individual contra nuestros demonios interiores; la lucha por encontrar la verdad de cada uno, por deshacernos de armaduras.

La música original, interpretada en directo, se alterna entre el jazz y el rock, la locura y la serenidad, la tensión y la frescura, aportando la base para una coreografía intensa, dinámica, emocional e impactante.

Al final, jóvenes y no tan jóvenes nos veremos reflejados en esta búsqueda de nuestro ser, así que el espectáculo va dirigido a inquietos, rebeldes, confusos, soñadores y apasionados de todas las edades.

¿Cómo puede una palabra tan pequeña contener un mundo tan infinito?

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